El coronavirus, emisiones de GEI y cambio climático

 

 

Ciudad de México a 26 de marzo de 2020.- Como muchos de ustedes, el equipo de MÉXICO2 escribe estas líneas desde sus hogares como resultado de la pandemia del coronavirus (COVID-19) que pone a todo el planeta en alerta máxima.

Mientras escribimos ésto, el virus parece propagarse por todo el mundo a mayor velocidad provocando víctimas por miles. No hay certeza sobre cuánto tiempo durará esta pandemia.

Los mercados financieros, especialmente los emergentes, están sufriendo caídas abruptas, y los bancos centrales y políticos están haciendo lo posible para limitar el daño a nuestras economías.

Pero si existe algo positivo de esta lamentable crisis es que durante 2020 las emisiones de GEI a la atmósfera disminuirán significativamente, como resultado del daño económico causado por la reducción de viajes, actividad industrial, empleo y turismo. El tratado más importante sobre cambio climático, el Acuerdo de París firmado hace ya cuatro años y medio, que llama a todos los países a tomar acciones para reducir el calentamiento global a 2 °C, ha fallado para detener al ritmo necesario las emisiones globales, no así esta pandemia.

Resulta muy frustrante que nuestra actividad económica siga dañado nuestro planeta, además de generar otros varios problemas medioambientales. Esto debe cambiar. Sin embargo, la próxima oportunidad para promover el cambio en los patrones de las externalidades de nuestras actividades será la COP26 en Glasgow, inicialmente planeada para llevarse a cabo en noviembre.

Lamentablemente, la crisis del coronavirus muy probablemente hará que las negociaciones para la COP se demoren. Recordamos muy bien cómo hace poco más de una década, la crisis financiera global puso en segundo plano a toda la agenda ambiental. De un día para otro, el medio ambiente pasó de ser la principal preocupación para pasar a segundo plano, en comparación con la necesidad inmediata de enmendar al sistema financiero mundial.

Existe riesgo de que suceda algo similar con crisis actual. Los políticos intentarán hacer -comprensiblemente- todo lo posible para reactivar nuestras economías. La próxima COP, misma que compite con el Brexit por la atención del gobierno británico, se encontrará carente de la atención del mundo entero.

Si el impacto del coronavirus se extiende hasta fin de año, las protestas y manifestaciones públicas que ayudaron a mantener el tema en la mesa de negociaciones estarán limitadas, aunque al mismo tiempo es difícil imaginar a Greta Thunberg sin protestar.

Existe incluso el rumor que podría tratarse de la primera COP virtual, o incluso que podría ser pospuesta, cambios que ya no resultan nuevos si recordamos la COP 25 originalmente a realizarse en Santiago de Chile y que tuvo que cambiar de país anfitrión.

Ante este panorama extremadamente adverso, el papel del mundo financiero se vuelve aún más importante. Los paquetes de estímulo que serán presentados por los gobiernos de todo el mundo, deben ser paquetes a favor de agendas verdes. Mientras los bancos centrales se preparan para encender las máquinas de impresión otra vez, el dinero que verterán al mercado debe ser destinado a hacia bonos verdes y activos con altos estándares ASG (Ambiente, Social y de Gobierno corporativo).

Los inversionistas institucionales, que han comenzado a manifestarse cada vez con más frecuencia sobre los riesgos asociados al cambio climático, deben encontrar la manera de ejercer presión sobre los gobiernos para hacer nuestras actividades económicas más íntegras. Debe haber más injerencia de los inversionistas, y el mercado de bonos soberanos puede ser su herramienta más importante.

En resumen, no debemos permitir que el coronavirus tenga efectos negativos sobre los esfuerzos de actores e inversionistas que buscan promover el desarrollo sustentable.

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